Sin libros en la mochila
No tienen que mirar los horarios del día siguiente para ver qué libros meter en la mochila. Tampoco llenan el estuche de lapiceros porque utilizan sus dedos para hacer los deberes. Ni siquiera se pasan notitas de papel entre los compañeros mientras los profesores explican.
Eso ya pasó a la historia. No es para tanto, porque no han abandonado la práctica de escribir y tienen un cuaderno en el que plasman también sus ejercicios y deberes, pero sí que es verdad que su actividad escolar dentro de clase está centralizada en un dispositivo, que es la tableta digital.
El aprendizaje del futuro ya ha aterrizado en el colegio La Salle de Palencia, donde cincuenta alumnos de quinto curso de Primaria, que tienen 10 años, han sustituido desde el inicio de este curso los libros de texto por las tabletas digitales. Esta nueva tecnología se ha convertido en una nueva herramienta diaria de trabajo que tiene infinidad de posibilidades.
Lo confirma el profesor y tutor de quinto Alfonso Gómez, uno de los ‘culpables’ de este proyecto, ya que además de docente es programador informático. «Los libros solo responden a contenidos, pero nos planteamos la tableta porque nos da una versatilidad increíble y más posibilidades que los textos, porque nos permiten muchos programas añadidos, como es el aprendizaje cooperativo o la competencia digital, y otros de innovación como la creatividad o la interioridad más allá de los contenidos estrictamente curriculares», explica Alfonso Gómez.
La irrupción de las tabletas es un proyecto en el que el colegio La Salle lleva cuatro años trabajando, fundamentalmente en el área de Matemáticas. Su profesor y jefe de Estudios, José María Guadilla –que ya peina canas como evidencia de que la implantación digital no está ceñida a la juventud– atestigua que los libros ya pasaron a la historia y que hay que reciclarse. Es uno de los cinco profesores implicados en el proyecto, al que inicialmente padres y docentes más tradicionales han mostrado algunas reticencias.
La puesta en escena de la tableta como herramienta de trabajo ha originado problemas en el inicio del curso. Primero con el proveedor que las ha suministrado, luego con el armario en el que se guardan en cada cambio de clase y cargan al final de la jornada, y también con la plataforma Moodle con la que se trabaja. Estos problemas, ya solventados, han generado cierta inquietud entre los padres, «que tenían mucho miedo por lo que puede suponer la desaparición de los libros», explica Alfonso Gómez.
También los niños, aunque ya bajo el sobrenombre de nativos digitales, no manejan las tabletas lo bien que los mayores creen, si bien han respondido de forma excelente a esta nueva forma de dar clase. «Trabajamos con el Google Drive y cada uno tiene su cuenta de correo pero compartir un archivo o una carpeta son procesos que no han hecho nunca», apunta mientras sus alumnos se entregan al Kahoot, un juego de cálculo mental. La pregunta se plantea sobre la pizarra digital y los escolares se afanan por picar rápidamente la respuesta correcta sobre la tableta. Al instante aparecen en pantalla todos los resultados y el orden en el que han quedado clasificados. Y también al instante se registran en el ordenador del profesor, quien insiste en que tiene un seguimiento total de cada alumno, tanto a través de la tableta de clase como del trabajo que hacen en casa también desde sus dispositivos en el marco de la plataforma Moodle con la que trabajan.
Respecto al seguimiento tan puntual que posibilita el uso de la tableta, Alfonso Gómez tiende una lanza a favor de la nueva ley Lomce. «Antes se evaluaba por ciclos y ahora por cursos, y se han introducido aspectos de análisis tanto por contenidos y criterios como por estándares de evaluación, que es algo más concreto, algo muy bien pensado para conseguir la competencia matemática», añade el profesor.
Muy satisfecho con los resultados de este proyecto pionero a solo un mes del inicio del curso, Alfonso Gómez insiste en que la tableta es un instrumento de apoyo, igual que lo era el libro, pero que los escolares siguen utilizando el cuaderno para ejercicios y contenidos. Cuando acaba la jornada, a diferencia de la tableta, que se queda en clase y guardada bajo llave, el cuaderno se mete en la mochila para hacer los deberes. Siempre complementado con lo que hacen en los dispositivos portátiles de casa. Y siempre bajo la garantía de las infinitas posibilidades que ofrece la tableta, de lo que también da fe la profesora de Inglés y Ciencias, la irlandesa Stephanie Kelly
Artículo tomado de:http://www.inserver.es/blog/sin-libros-en-la-mochila/